Ica
Las festividades en honor del Señor de Luren, consisten en una multitudinaria manifestación religiosa iqueña. En Ica, como en Lima, el mes de octubre es mes de devoción y fervor para los pobladores que profesan la religión católica. Cada tercer lunes de octubre, desde las siete de la noche, cuando el calor del desierto empieza a aplacarse, se inicia la multitudinaria procesión del Señor de Luren, patrón de la ciudad de Ica.
Miles de fieles, venidos desde todas partes, acompañan a la imagen que recorre, durante más de quince horas, las calles de la ciudad. Los iqueños le construyen arcos y alfombras de flores y cantan alegres a su paso. Hay emoción pero, sobre todo, humildad y fe. Para el historiador Arturo Jiménez Borja, ésta es una procesión recogida, respetuosa, iluminada por infinitos cirios que portan las manos de sus devotos seguidores.
Otra de las fechas en que el fervor católico y los incondicionales al Señor de Luren salen es para SEMANA SANTA, donde nuevamente las calles de la calurosa Ica se llena de ese mar de devotos que acompaña incansable al Señor de Luren.este a;o llevo un sudario futsia con encajes dorados.
El Señor de Luren, crucificado en el madero de una gran cruz, eleva la majestad de su presencia morena sobre el mar humano que lo rodea. Rostro, cuerpo, manos y pies áridos son iqueños. Desde el alto trono de su anda, sencilla pero hermosa, contempla a su pueblo y le responde con mirada larga y profunda. Éste es, el Señor del desierto.
La historia del Señor de Luren se remonta a la de la conquista española de esta parte del Perú. Se dicen que su nombre se deriva de la voz quechua Hurin, que significa “bajo”, en alusión a la parte baja del valle de Ica, lugar donde se inició el culto a su imagen. Cuenta la tradición que Nicolás de Rivera “El Viejo”, llamado así por contar con añas de cuarenta años al inicio de la conquista del Perú, recibió el encargo de Francisco Pizarro de fundar la capital de la nueva colonia en algún lugar hacia el sur de Lima, debido a que el valle del río Lurín le parecía muy estrecho y poblado. Rivera encontró un lugar adecuado donde se levanta la actual ciudad de Pisco, a siete leguas del mar, en el sitio conocido como San Gallán. Fue precisamente allí que Rivera recibió la noticia de la muerte de Pizarro a manos de los almagristas, en 1541.
El 13 de mayo de 1556, Nicolás de Rivera, asentado en el valle, al que había dotado ya de una ermita y varias ventas, decide fundar el hospital San Nicolás de Luren para los indios necesitados. Poco después, en 1558, al hacer su testamento, dota al lugar de rentas suficientes y señala su organización. Dicen que hubo en este acto una suerte de deuda moral, obligado por su conciencia, y por la voz del padre Bartolomé de las Casas, de restituir lo mal habido y reparar los daños causados a los indios de la región. {{cita| “Por haber cometido algunos excesos, así en el maltratar a dichos indios como en haberles tomado algunas cosas indebidamente o haber cobrado o recibido de ellos tributos demasiados y fuera de lo que honesta y buenamente…”|Parte del Testamento de Nicolás de Rivera el Viejo| El caso es que existía, en la ermita construida por Rivera en Ica, un Cristo crucificado, pequeño y deteriorado. Ello motivó la necesidad de contar con una imagen más digna, por lo que, luego de algunas negociaciones, los iqueños consiguieron que el Convento Grande de San Francisco de Lima mandase tallar a España una imagen de Cristo en la cruz.
Cuenta una de las versiones más populares de esta historia, que el barco que transportaba la imagen, fue presa de una terrible tempestad, debiéndose arrojar al mar gran parte de la carga a fin de aligerar la embarcación y evitar el naufragio. Entre las muchas cosas que fueron a parar al agua estaba el gran cajón de madera que contenía al cristo destinado a Lima.